sábado, noviembre 14, 2009

La excusa de las prioridades

Siempre lo he dicho: no me gusta tener que elegir. Y eso no significa que no haga elecciones todo el tiempo: la ropa que me pongo en las mañanas, los alimentos que como a la hora de almuerzo, el tipo de letra con el que escribo los ensayos... pero cuando empiezas a sumar la cantidad de elecciones y decisiones que tomas diariamente, te colapsa el hecho de no dejar de hacerlo. Dan ganas que las cosas decanten y te lleven solas a puerto. Muchos "cursos" de mi vida han sido así... decisiones menos domésticas que me niego a realizar y espero que se realicen solas... que casi por gracia divina las cosas "ocurran" y yo sólo las viva, sin mayor complejidad que esa.

Ha funcionado la estrategia, pero llegan momentos en que ya no resulta suficiente. Cuando tuve que elegir una carrera, no me quedó otra que analizar las opciones, cuando estuve trabajando tuve que decidir que renunciar era la mejor opción, convenciéndome que no era una fracasada. Cuando tuve que elegir Desuc-Isuc me di vueltas y vueltas para ver dónde había más proyección. Grandes decisiones de la vida estudiantil y laboral. Y así me he dado cuenta que he dejado pasar todo y ni siquiera me he tomado la molestia de pensar finalmente cómo quiero llevar el barco.

Me da lata tener que darme vuelta en esto una y otra vez... y me gustaría tener que preocuparme más de mi vida familiar, de mi vida amorosa, de si me quiero casar y cuándo quiero tener hijos, de si quiero viajar por el mundo o si irme a una montaña de ermitaña. Pero no, a pesar de mi pajerismo, mi vida es trabajo y estudio... y así me voy consumiendo una y otra vez, hasta que viene un remezón y comienzo de nuevo. Me encantaría tener todo tan claro que no tuviera necesidad ni siquiera de cuestionar el por qué ni el para qué, y vivir... olvidarme de lo que piense el resto y simplemente seguir mis instintos... las veces que lo he hecho no me ha ido mal, pero todavía no lo puedo validar como metodología de vida.

Y aquí estoy con insomnio... con la garganta apretada... con la cara húmeda por las lágrimas que no había derramado en meses (si ya son las hormonas u otra cosa, ni me importa), tratando de despejar la cabeza y mis pensamientos. Que ganas de perderme en un abrazo, de hablar del "poto" y el "pico", de jugar carioca, de tomar cerveza sin sentirme culpable... y busco las razones para no mandar todo a la punta del cerro, y son muchas: amo lo que hago y donde lo hago, pero soy intolerante a la crítica, y eso me mata... y me bloquea.

Después de dormir tal vez encuentre las cosas con más sentido... me gustaría que fuera así. Me gustaría poder ser capaz de decir todo lo que pienso... y seguir adelante, sin estas piedras que pateo constantemente... ya me duelen los pies de tanto patear.

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