domingo, julio 15, 2007

Acontece y antecede

Si hay algo más desagradable que un día laboral con lluvia... es un día laboral con lluvia y frío. Ese es el pensamiento que recorrió algunos días de estas semanas. Y pensar que nos quedan 2 meses de invierno... plop!.

Lo más incómodo de respirar hielo húmedo es vivir con el temor a una gripe. Aquella sensación que nos recuerda cuan vulnerables podemos ser: cuerpo cortado, nariz constipada, tos... tos... y más tos. Licencia si es muy grave, y una convalecencia tortuosa. Sin olvidar el banquete de medicamentos... aquellas cosas químicas de las cuales algunos podemos hacernos tan dependientes a veces. El escenario de la gripe, y todas sus asociados menores o mayores (resfrío, influenza, bronquitis, neumonitis, etc.), es el fantasma del invierno... donde los "cambios de temperatura" son nuestros enemigos por naturaleza. Dicen que con la edad aumentan los "achaques"... diablos, cómo será cuando tengamos 50.

Sí, no es una visión muy agradable... pero con el paso del tiempo pareciera que el invierno pierde el encanto. Cuando niña me gustaba el invierno porque podíamos quedarnos en casa, o si ibamos al colegio... los profesores no hacían clases porque nadie iba: nadie podía llegar al colegio porque cada invierno se convertía en un castillo medieval, rodeado de agua. Varias veces tuvimos que trepar entre las rejas de los edificios que estaban aledaños para poder llegar... sí, pareciamos monos de zoológico colgados y avanzando en fila india. Recuerdo que los autos se quedaban atascados en medio del agua... y nosotros jugábamos a apostar cuál auto podría cruzar la calle, mirando desde el balcón del segundo piso, en donde estaba nuestra sala de clases. Eso era entretenimiento en invierno.
En la u, la cosa era distinta... era agradable en la medida que uno podía guareserse en algún espacio del campus... de preferencia en la cafeta de sociales o en el Ceso (al lado de la cafetería, of course). Hubo una época en que afloraron los termos, el hervidor y las pizzas a domicilio... creo que fue en el mismo tiempo en que no me iba de San Joaquin antes de las 7 de la tarde... lloviera... o no. Claro, la lluvia también daba pie a que entrar a la sala de clases fuera una decisión que se portergara muchas veces (en época primaveral, era igual en todo caso). Así, la vida social se mantenía y se cultivaba... era propicio el clima para hablar de cualquier cosa con un café y un cigarro si aplicaba.

Sí, también se estudiaba... en época de examenes los nervios y la presión te obligaban a hacerlo. Así pasabas del café y el cigarro placentero... al cigarro estresado y el café reponedor de una noche en vela. Eso era más tortuoso en invierno, pero eran períodos... un par de días... sólo eso. Después volvías a la rutina invernal.

Ahora... la lluvia y el invierno te obligan a andar con más cuidado... te pones pajera, te da lata salir... más si debes levantarte temprano, y sufrir el camino de la pieza a la ducha. Luchar en la calle con los charcos y los ríos... sabiendo que no tienes muchas opciones para devolverte. Sabiendo que el tráfico es un lío... y que ciertamente te demorarás más tiempo en volver a casa en la noche. No obstante... todavía el invierno no ha perdido todo su encanto... a veces me asomo por la ventana y veo como cae la lluvia... al menos me recuerda que fue entretenido alguna vez.

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