martes, febrero 13, 2007

Encuentro (otra vez)

Definitivamente salir a caminar por las calles transitadas de Santiago es como para asustarse. O sea, si van a hacer alguna maldad, como andar de la mano con la amante, perpetrar un asalto a un banco o realizar un atentado terrorista... ni se les ocurra hacerlo en Providencia o en el Paseo Ahumada, porque es posible que más de una persona los reconozca.

Hoy quise almorzar afuera... digamos que estaba un poco apestada del ambiente de oficina. Si bien es cierto, casi no hay gente... el trabajo no disminuye, y los cachitos saturan. Lo que menos quieres en tu horario de colación es pensar en los teléfonos, las planillas o las reuniones. Así fue que decidí darme un gusto y fui a comer a uno de los restoranes de 11 de Septiembre. Como se trata de un local que recién están inaugurando, te atienden la raja... a la otra no me agarran de un brazo para invitarme a entrar.

Me senté en el sector de fumadores, casi por un tema de inercia. Llegó una niña a atenderme. Le pedí un surtido de ensaladas con camarones y un jugo de durazno ("si nos vamos a dar un lujo, que valga la pena", pensé). Cuando la niña me trajo el jugo me dijo casi de la nada: "¿Le puedo hacer una pregunta?, ¿Usted salió del Cervellón?". Yo estaba leyendo el diario y de inmediato levanté la vista. Respondí que no, que yo había salido de un colegio de La Florida. Mientras decía eso me empecé a fijar que la niña si tenía rasgos que me eran familiares. Ella replicó, "¿Del Chilean?". Así fue como empecé a recordar... ella iba en mi colegio de la media, pero era de un curso más abajo. Llegamos a esa conclusión... ella había salido del matemático y yo del humanista, pero ciertamente nos conocíamos. Es curioso que todavía se generen ese tipo de "empatías territoriales"... sólo por el hecho de haber compartido un espacio o un tiempo común.

Almorcé con la sensación de verme a mi misma "crecidita", algo similar a lo que me ocurrió el viernes pasado en el bar. Extrañé la libertad de mis movimientos, de no tener que cuidarme si me despeinaba o si se me desataba el zapato o si tenia un agujero en la polera. Ahora estaba sentada, comiendo cual señorita... con una blusa bien abotonada, pantalones de vestir y zapatos formales... arreglándome el pelo cada vez que el viento las agarraba conmigo. Me dieron unas ganas tremendas de estar tirada en el pasto después de comer.

Terminé de almorzar y de leer el diario. Pagué y me despedí de la niña que me atendió. Fue agradable... es probable que repita la operación en otra ocasión. Al menos se que tendré a alguien que conozca y en un tiempo más podría darme el lujo de llegar y decir: "lo de siempre, gracias".

Es todo lo digno que tengo para contar ahora. De Transantiago, el tema del momento... no me referiré, simplemente porque todavía no hago uso intensivo y extensivo de él. Sólo me puedo quejar de que el metro se hace más sudoroso y poco íntimo. Estoy segura que mañana tendré que abrazar a un tipo para irme más cómoda (o sentarme en las piernas de una señora).

2 comentarios:

Lolo dijo...

O sentada en las piernas de un fogoso galán.

Cuidate

Chasconcito dijo...

ea! el lolo tiene razón, y ese sería un buen escenario despues de todo, no crees.

yo hoy me senti mas solo y miserable que cualquier piedra de la calle. pensar que si hubiera durado dos semanas mas. na' filo, ya es no mas