Desperté, no se por qué.
Fui por un vaso de agua a la cocina y me di cuenta que no tenía sueño. Tomé mi notebook del bolso y lo encendí. Adoro las maravillas del wifi, pude conectarme a pesar de no estar en mi red.
Miré por la ventana de la pieza, está frío afuera porque vi los vidrios empañados. Definitivamente el otoño llegó... miré mis pies descalzos y tomé un chaleco que estaba en la silla para cubrirlos. Podría estar en la cama ahora... aunque sin sueño es poco productivo.
Pero prefiero teclear. Se me agolpan una serie de ideas por la cabeza. Podría estar carreteando ahora, de hecho... era una de mis ideas originales. Llegar de mi pequeña escapada de Santiago y responder a una curiosa invitación a un cumpleaños sorpresa, que recibí en la semana. Era una buena oportunidad para... salir del anonimato... pero las cosas tomaron un rumbo distinto en las últimas 12 horas.
Al medio día, cuando pensábamos que íbamos a almorzar con mis amigos, sonó el celular. Sorpresa fue cuando vi quien llamaba. Pensé que después de nuestra última conversación, él y yo no ibamos a hablar en un buen tiempo. Contesté, de la forma más normal que me ocurrió. Al otro lado del teléfono oía una voz que me parecía diferente, complicada, quebrada, apenada. Creo que me asusté y pregunté qué pasaba. "Necesito conversar" escuché. Supongo que mi vocación de "superwoman en ayuda del desvalido" afloró en ese instante. Y aunque recordé en donde estaba y que no sería fácil llegar a cualquier parte... accedí a la junta. Después de almuerzo me excusé y dije que tenía que volver más temprano, que tenía "un asunto que resolver".
Llegué al lugar de la junta.
Cerca de Tobalaba, en un café piola y escondido al que suelo ir a veces. Estaba fresco, sentía las manos y los pies helados. Cuando entré, lo vi sentado en una mesa junto a la ventana. Me acerqué lentamente, examinando la figura de quien tenía en frente. Trataba de adivinar de qué se trataba todo, como una forma de anticipar reacciones. Es bastante útil para evitar sorprenderse ante cualquier cosa.
Me senté al frente de él, dejé mis cosas en la silla que tenía a mi izquierda. Pedimos un café. Comenzó a hablar, a disculparse por llamar tan intespectivamente. Le dije que no importaba pero que me dijera qué era lo que había pasado. "¿No te ha pasado que de repente sientes que no hay salida porque tú misma has cerrado las posibilidades?". Esa afirmación me pareció "cabezona" y "mortificante" incluso para mí. Si es que lo había pensado, creía nunca haberlo dicho... o no lo recordaba en ese instante al menos. Le pregunté otra vez qué era lo que había pasado... fue ahí donde empezó a darme una lista de frustraciones que nunca esperé salieran de su boca alguna vez. En verdad se veía sobrepasado, hastiado, ofuscado... yo observaba como se iba descargando a medida que hablaba, de la manera en que yo iba sintiendo un peso ajeno al mismo tiempo. Creía entender bien casi todo lo que me decía. A ratos asentía la cabeza... pero luego me detenía, era como estar aceptando que también estaba en algo similar. Su rutina parecía más mortificante que la mía, pero me daba la impresión que su colapso tenía que ver con algo más allá de la rutina propiamente tal. Después de su monólogo, traté de averiguar el evento gatillante. Sólo pude deducir que se trataba de un "exceso de presión"... se sentía viejo para ser dependiente todavía... y como "mente libre" el acorralamiento termina por agobiarlo de esa manera.
Luego de escuchar todo lo que dijo, no se por qué empecé a hablar de mí... creo que trataba de mostrarle que todos podemos llegar a sentirnos agobiados. Y me parece que lo entendió. Aproveché la instancia para hacer mis propios descargos, le conté sobre mis últimas 3 semanas, sobre las decisiones que quería tomar... y así, un sin fin de cosas y algunas ridiculeces que ayudaron también a que se riera un poco. Al escucharme hablar, me dio la impresión que yo misma me aconsejaba: "no hay para que ser tan graves, tómatela con andina". Y ahí estuvimos, un largo rato... pasando del drama a la risa. Un ejercicio bien ejecutado. Decidimos salir del lugar e ir a caminar un rato.
Mientras caminábamos, me dio las gracias por haber acudido tan rápido... y porque a su juicio fui de mucha ayuda. Yo que sólo escuché y hablé de mí. Supongo que aquí aplica eso de la empatía tácita. Traté de explicarle que también había sido bueno para mí "hablar". Sin darnos cuenta llegamos al tema de nuestra última conversación antes de hoy: se disculpó por haberme dicho que no me metiera en sus cosas. Yo me disculpé por haber sido tan inquisidora, dado que sabía que no me correspondía serlo. Finalmente nos excusamos mutuamente, mientras nos sentábamos en la banca de una plaza. El ejercicio empático tácito continuó, seguimos hablando, pero ahora de cualquier cosa... dejamos la gravedad de lado y dimos rienda suelta a los temas "agradables", tiempo libre, lecturas jugosas, música... etc... etc... mientras veía como empezaba a oscurecer y las luces de los faroles comenzaban a encenderse.
Era tarde, pero no sentía prisa, de hecho... tampoco estaba segura de querer irme. Sentí que era algo mutuo, cuando se recostó en la banca con su cabeza en mis piernas... lo sentí también cuando me dio un beso... y luego otro... y otro. Cero planificación, espontáneo. Tan espontáneo, que desde ese minuto decidí no preocuparme más del tiempo ni de las circunstancias...
Acá desde donde estoy tecleando ahora, lo veo dormir.
Está tranquilo... se ve apacible, satisfecho. No he querido despertarlo, por eso preferí encender el pc... y tecleo despacio para no meter ruido, aunque se que está profundamente dormido. No puedo ocultar un dejo de ternura al mirarlo. Su respiración es acompasada, casi cronométrica. Difiere 100% de como estaba hace un par de horas atrás. Me cuesta ocultar una sonrisa de satisfacción al sentir que tengo responsabilidad sobre esa tranquilidad.
¿Qué hace que dos almas solitarias compartan tiempo juntas?... es una paradoja que no me logro responder. En este minuto tampoco quiero hacerlo, pero me es casi imposible no preguntármelo, dado que no es nuestra "primera vez". Algunas prácticas se hacen recurrentes sin explicación o justificación aparente. Me parece que se trata de algo que va más allá de la "compañía". Es entablar una conexión empática... un... "tu me entiendes y yo a ti... pero nuestro camino no es el mismo"... algo completamente racional, pero no menos sentimental.
Creo que apagaré esto, y volveré a la cama... el frío acaba por vencerme, igual que el sueño, que ha vuelto. Mañana será otro día, dejemos los caldos de cabeza para después. Vuelvo a sonreir... esta noche no batallo sola.
3 comentarios:
mm y yo creia que tu desaparicion era casi una huida mental del mundo, un retiro espiritual casi. jaajaa
whereee areee youuu nowwww?..... where areee youuu nowwwwww?.......
Que odioso.
Acá estoy... no tengo mucho que reportar en estos días. Aparte que le eché la foca a varios encuestadores... uhm... seré chacal?
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