miércoles, abril 04, 2007

Quiero creer V

Estamos saliendo de la iglesia, veo el auto que nos aguarda con la puerta abierta. Una lluvia de arroz cae sobre mi cabeza. Mi amor me toma fuerte del brazo para evitar que resbale con los granos que hay en el piso. Siento aplausos y voces que gritan: “el beso… el beso”. Nos miramos y ambos sonreímos, nos regocijamos con el entusiasmo de quienes nos rodean. Él me toma del otro brazo y me da un beso, el cual yo correspondo inmediatamente, y de forma sincera.

Con los ojos cerrados deambulo entre nubes de algodón. Siento como soy capaz de flotar en la nada. Me imagino en 5 años más, con mi amor al lado, con hijos, una casa… todas esas cosas que las mujeres que no han tenido una vida tranquila desean. Claro que mi vida no ha sido tranquila… después de haber estado al borde del suicidio tres veces y con una depresión que duró años, las cosas no podían ser fáciles. Burla del destino, cuando ya me creía completamente recuperada, y luego de conocer al hombre de mi vida, descubro que se trata del novio de mi amiga, una de las personas más influyentes en mi vida, y que fue pilar fundamental para salir de mi tristeza crónica. Fue como caer nuevamente en ese hoyo oscuro en donde no sabes para donde ir…

Y cuando creía que todo estaba perdido, que tendría que volver a ejercitar “el olvido”, resultó que mi amor y pasión eran correspondidos. Algo improbable, difícil de creer, pero que secretamente deseaba. Fue ahí cuando empecé a ser feliz, pero con esa pulga en el oído que te dice lo mala persona que eres. En este minuto la pulga se ha callado…

La gente sigue aplaudiendo, pero yo no los escucho… soy yo… y es él. No necesito nada más…

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Es ella y él… nada más. No les importa nada más. Quienes les aplauden saben eso. Y es que la vida de pareja finalmente se vuelve así de egoísta: no hay familia, no hay amigos, sólo “el otro”, que termina siendo “el único”. Nivel de absorbencia que decanta en lo que mis ojos ven ahora. Amor, amor, amor. Ya no necesito eso, ellos lo tienen y yo lo perdí. Creo que mi oportunidad está en recrearme un escenario donde puedo prescindir de ese sentimiento.

El chofer de la limusina que aguarda a los novios se da cuenta de mi presencia al otro lado de la calle. Creo estar segura de lo que está pensando: “mira, una pobre mujer que le gustaría estar en el lugar de la novia… de seguro le han roto el corazón”. Irónicamente tiene razón, aunque no de la forma indirecta en que lo está viendo, sino por el contrario… de la forma más directa que se pueda imaginar.

Me resisto a ser la que genera lástima en esta historia. Esa fue la razón por la que desaparecí tantos meses. No quería toparme con nadie ni con nada que me hiciera recordar el episodio que me tocó presenciar. Y es que no es agradable darte cuenta de un día para otro que tu mejor amiga y tu “novio” tienen una tremenda relación pasional mientras tú deambulas confiadamente por la vida… eso es para que cualquiera te tenga lástima. Sin embargo, más allá de lo doloroso que haya sido… o de lo doloroso que es, quiero creer que era algo inevitable, porque si no lo es… entonces pude haber hecho algo para que no pasara.

Ahora que los miro, puedo decir que tienen un rostro muy distinto al que les conocía. Es como si el estar juntos les diera otra fortaleza, algo que va más allá de lo que la gente puede ver. ¿Un complemento?... algo que nunca pude sentir con él. Buen sexo, buena compañía… pero no se si buen compañero. Alguna vez pensé que quizás nuestra relación se basaba sólo en buena música, cerveza y sexo. Algo cómodo para mí, que nunca quise comprometerme más allá… quizás él quería el próximo paso. Y lo acaba de dar… mientras yo daré un paso al lado…

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