lunes, marzo 26, 2007

Quiero creer III

Estoy apunto de decir “acepto”. Ya no habrá vuelta atrás. Mi amor me mira ansioso, yo también lo estoy, ya que mediante esa palabra, uniremos nuestros caminos para siempre. Me gustaría saber qué está pensando ahora, si siente o sintió ese pesar que todavía tengo. Si está arrepentido, si la habrá olvidado. Me gustaría creer que sí la olvidó, aunque eso suene egoísta y nos haga menos merecedores el uno del otro. ¿Y si hubiera sido yo la abandonada?. No, no… Dios, qué horrible sentimiento. Lo miro a los ojos y me transmite una seguridad que yo no puedo transmitir. Estoy feliz de tenerlo a mi lado, aunque mi felicidad estaría completa si ella lo aceptara… pero, ¿qué estoy diciendo?, claro que no, no es opción. No me resta más que seguir adelante. Quien sabe, a lo mejor en un par de años nos reiremos de esto.

¿Y si ahora entrara corriendo por esa puerta?, con un ataque de furia e hiciera un escándalo que terminara con esto. Tal vez sería más fácil para todos… más fácil para mí, pues no tendría que ser yo la que tomara la decisión de detener este matrimonio. Pero no, tampoco quiero eso. Y es que de verdad quiero casarme, y es que de verdad amo a este hombre que está al lado mío y que acaba de darme el “sí”. Este sacrificio es el más grande de todos, es un sacrificio a mi conciencia, a mi rectitud. A pesar de eso, creo que es lo más honesto que puedo hacer…

Me gustaría estar tranquila, así cuando él me abraza y me dice que todo va a estar bien. Así como esa vez que nos pillaste juntos y yo rompí en un ataque de histeria cuando saliste corriendo calle abajo. La había cagado, la había cagado feo, pero mi amor me abrazaba y me decía que no era mi culpa, que no era nuestra culpa. Yo quería creer eso, yo quiero creerlo todavía.

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¿Me habrá olvidado?. Claro que sí… se está casando. Tal vez fue eso lo que me faltó, decidirme antes. Nunca hablamos de matrimonio, excepto una vez, cuando salí corriendo de pensar que podría ser cierto. No era que no quisiera, sólo que estaba asustada, no estaba acostumbrada a que las cosas se me dieran así, que la felicidad fuera algo que se pudiese experimentar 24 horas al día. Ahí fue cuando me dijiste que no debía asustarme, que debía dar un paso adelante, que debía escribir mi propio destino y atreverme. Sí, atreverme a ser feliz. Tomé tu consejo y me comprometí, bajé la guardia, espanté mis demonios y confié. Así fue como me cegué ante mi propia evidencia.

Conversamos un montón de veces, te conté tantas cosas, intimidades… que de seguro lo terminaste conociendo tan bien como yo antes de verlo por primera vez. Todavía no se en qué momento empezaste a mentirme… me aturde no tenerlo claro. Me gustaría saber en qué punto esas palabras, las palabras de ambos, dejaron de ser sinceras. Al menos tendría un punto en el cual cortar la historia y trataría de olvidarla, al menos le echaría suficiente tierra como para no tenerla presente tan seguido.

Y estoy de pie aquí todavía, y ellos ya tienen que haber dado el “sí”. Mi hora pasó, la oportunidad se me ha escapado de las manos. Ahora sí soy una perdedora, no me queda más que hacer aquí. Podría hacer un escándalo de todas formas, pero no lograría más que aumentar mi patetismo. Algo oprime mi pecho, siento que me falta el aire, trato de aspirar un poco de frío para volver en mí. Miro a mi alrededor y la gente pasa sin advertirme… estoy perdida entre un millón de personas. Me siento tan pequeña, que cualquiera podría aplastarme ahora… no puedo dejar de imaginar que ahora están riéndose de mí. Me gustaría creer que al menos mi sacrificio sirve de algo… pero no puedo sentirme altruista, en este momento me cuesta no pensar en mí… me cuesta no pensar en ti, en esto, y en todo lo que se ha perdido, y en lo que seguiré perdiendo…

2 comentarios:

Lolo dijo...

clap clap clap clap

Chasconcito dijo...

se me hace que estas imaginando demasiado. si se casa pierdo la fe en los humanos