miércoles, agosto 01, 2007

Benjamín

Eran casi las 19:00 hrs. del lunes... estaba helada la tarde. Pero no importó. Salí de la oficina con mi abrigo abrochado hasta el cuello, mi bufanda regalona y mi gorrito negro de lana. Caminaba por Pedro de Valdivia con dirección al sur... mi nueva misión era constatar la noticia que había recibido en la tarde: el hijo de Lolo había nacido.

Un nacimiento siempre es una gran noticia... pero en este caso, la importancia aumentaba... quizás porque has estado cerca de los padres mientras vivían el proceso, quizás porque en parte lo has vivido también, quizás porque estás esperando que sea lo necesario para marcar una etapa, una señal y un cierre... la esperanza de que con el nuevo nacido, nazca también la oportunidad, que se renueven las fuerzas, que exista esperanza y la posibilidad de recuperar, un poco, el amor en la humanidad (si es que existe)... y que por un segundo, te pases por alto los sinsabores de lo cotidiano, y vivas algo extraordinario.

Y lo es... y lo fue. Al ver a ese pequeñito en brazos de su madre, comprendí que en ese instante... el tiempo se suspendía hasta nuevo aviso. Que el orgullo cabe dentro de un ser humano y que todo el amor (el que sí existe) podía transmitirse a ese ser, que sólo tenía unas horas de vida. Comprendí que las palabras sobran, y que sólo basta un gesto para manifestar la emoción de un momento como ese. Bienaventurados todos aquellos que han tenido la oportunidad de vivir o presenciar algo así... es una belleza a la que ninguna descripción podría hacerle justicia.

Benjamín llegó a este mundo gracias a sus orgullosos padres, los que ahora disfrutan el tenerlo a su lado. Es una gran responsabilidad, ellos lo saben... pero eso no mitiga el deseo de hacer frente al futuro. He ahí la capacidad humana de entrega... uno a veces duda que exista, pero afortunadamente nos equivocamos al respecto.

Al tenerlo en mis brazos, un escalofrío recorrió mi espalda... tan pequeñito, con sus ojos cerrados y sin protestar, a pesar de que era una extraña quien lo mecía y admiraba con detención. También sentí un escalofrío por mí... ¿así de rápido pasa el tiempo?, ¿así se siente en verdad?, ¿podría yo afrontarlo?, ¿tendría la fortaleza suficiente?. Muchas preguntas... ninguna respuesta. No eran necesarias en ese momento... lo importante era darle la bienvenida al pequeño, a este mundo... a veces problemático, a veces hastiante, pero que de todas formas tiene cosas que vale la pena conocer, y por las cuales quedarse.

No hay comentarios.: