miércoles, julio 12, 2006

Mejor no hablemos de amor ( I )

Odiosamente creo que todos alguna vez hemos llegado a la conclusión de que eso de “sufrir por alguien” es una complejidad innecesaria. Digo “odiosamente”, porque tenemos la costumbre de gritarlo a los 4 vientos, con mucho ruido… pero no con mucho convencimiento. En todo caso, fuera de ser excesivamente reflexiva… esta afirmación tiene un asidero “empírico” importante… sobre mi caso particular, debo decir que los problemas han sido tantos como errores que los provocaron he cometido. Me parece que la historia algo se ha dibujado en este tiempo… pero será mejor que ejemplifique mis dichos con mi versión de una de las historias más “intensas” de mi vida hasta ahora.

Si bien ese año (2003) parecía ser uno más como cualquiera, no lo fue al fin y al cabo: descubrí que se puede ser feliz y sufrir en períodos muy cortos de tiempo. Al inicio de ese año tenía el convencimiento de que tenía tanto que descubrir, que era una joven comenzando a vivir, que tenía todo para que mi vida fuera la raja: amigos, carrete, buen pasar en la u, salud estable, dinero, proyectos… no se, creía estar tranquila y satisfecha, disfrutando de lo que no había podido hacer en muchos años de mi niñez y mi “tortuosa” adolescencia. Pero el verano tiene su lado cruel… cuando te apartas de tus actividades habituales, cuando tus amigos están lejos, cuando tu familia hace la vista gorda, cuando se hace difícil proyectar… en fin, cuando el insomnio llega sin ser llamado… una “mano amiga” es bienvenida siempre. Y esa mano amiga llegó, en una de esas noches de insomnio. Todavía recuerdo la primera conversación que tuve con Mr. H… como fue que apareció (re-apareció) en mi vida, la que se iba llenando lentamente de dudas sin resolver. Empezaba a dudar que la vida me sonriera a mí, pero Mr. H se encargó de mostrarme que yo “tenía todas las de ganar”, me ayudó a ver que puedo confiar en mí misma, y que era capaz de “confiar” en el resto… una de las cosas que hasta ese entonces me costaba de sobremanera, y que después de eso, se convirtió en uno de mis logros sociales más notables.

Y así empezó… entre charla y charla… horas y horas… días y días… semanas y semanas… empecé a sentir algo extraño… esa persona que reapareció en mi vida era mi amigo… pero yo sentía que esa amistad era más que una charla o un desahogo… algo de sus palabras, de su manera de ser me hacía pensar una y otra vez… al punto que en cierto momento había decidido acabar con todo y desaparecer de su vida… no era posible que yo perdiera mi autonomía mental por otra persona. Fue ahí donde no fui capaz de dar el paso atrás… y Mr. H dio el paso al frente: me confesó que estaba igual de loco por mí que yo de él… que era importante que yo lo supiera, y que quería estar conmigo. Palabras que me cayeron como balde a agua fría… yo que pensaba que me estaba precipitando, que eso no podía ser… que kilómetros de distancia no permiten estas cosas… y lo permitieron… se vino a Santiago un tiempo, me buscó y me encontró… pero ahí la que dio el paso adelante fui yo: contra todo pronóstico, me olvidé de mis prejuicios, de mis dudas y “me lancé”, me atreví a abrir el corazón como se dice… pero más allá de eso… abrí mi vida, que estaba guardada bajo 7 llaves.

Continuará...

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