miércoles, julio 19, 2006

Mejor no hablemos de amor ( VI )

La ansiedad y la angustia pueden ser malas compañeras juntas, traicioneras como ellas solas, e impertinentes al mismo tiempo. Aquel día fue uno de ellos, yo sólo quería que llegara la noche para irme a mi casa y leer qué decía el endemoniado mail. Sin embargo, el tiempo corría más lento que nunca, y por más cigarros que fumara y más cafés que tomara, no parecía ir más rápido el reloj. Pero finalmente, y después de haber dejado la crema en la u y en las cosas que estaba haciendo, llegó el momento de irse a casa. Fue un viaje largo, pero en blanco: me limitaba al objetivo final, llegar pronto y no pensar nada más. Así lo hice, el saludo de rigor y después al computador. Abrí el correo cuyo asunto era un escueto “hola”… respiré profundo y comencé a leer.

“Hola. Supongo que te acuerdas de mí. Yo creo que sí. ¿Cómo te ha ido?...”. En cierta forma, creo que no me esperaba algo muy efusivo… de todas maneras, todo me parecía bastante confuso, ¿Para qué escribirme?, si quería dejar pasar todo de largo, era cosa de desaparecer y punto, tal como lo había hecho hasta ahora. Al avanzar mi lectura, notaba como de cosas que no entendía se llenaban las frases… “me acordé de ti el otro día, estaba escuchando esa canción…”. “Sabes, estoy en Santiago estos días, podríamos juntarnos para conversar un rato”. Creo que eso fue lo que terminó de descolocarme. Sencillamente no podía creerlo… no sabía si largarme a reír o a llorar. ¿Y que no era que no iba a volver?, ¿Y que no era que estaba complicado?, ¿Y que no quería que me olvidara de él?. Se me ocurrió que me estaba gastando una broma… se me ocurrió que quizás hasta quisiera vengarse de mí por alguna cosa que desconocía… incluso que era yo la que todo este tiempo se imaginó algo que nunca pasó. Terminé de leer por 3ra vez. El mail terminaba con un número de teléfono y un “puedes llamarme”. Ahí creo que se gatilló mi sentimiento de orgullo herido: ¿”Puedes llamarme”?... no, claramente eso no sonó muy humilde, ni siquiera un “Sorry por haber desaparecido así”, ¡Nada!... terminé diciendo a regañadientes “¡Que se vaya al carajo!”

Esa noche tuve miedo de meterme al Messenger… y aunque podría haberlo bloqueado, no estaba segura si iba a hacerlo. Estaba molesta, pero más estaba confundida y descolocada… no sabía qué reacción podría haber tenido en verdad. Creo que pasaron un par de días, yo hacía de cuentas que nada había ocurrido, aunque andaba de un humor de perros… C. me decía que andaba “insoportable”, tenía razón… traté de compensarlo, pero mi orgullo (o mi corazón, como creía también) estaba dolido, y se me notaba. De la rabia empecé a moverme hacia la duda, ¿Qué pretendía este sujeto?... llegaba a pensar que quizás yo le estaba “poniendo mucho color”… aunque no lo parecía, no sabía… me enrabiaba y me reprochaba a mi misma… y volvía de nuevo a la duda. Un día de esos le pregunté sin querer a una amiga: “¿Qué haces cuando los fantasmas vienen a visitarte?”. Ella me dijo “Los enfrentas hasta que te diga qué quieren de ti, y ahí cierras el capítulo”. Sí, tenía lógica… a esas alturas ya creía yo que se trataba de un fantasma que volvía a visitarme, y que debía acabar con eso… pero no quería ser yo la que diera el paso al frente esta vez, mi orgullo empezó a dolerme más que en todos los meses anteriores… no sentía justo que tuviera que ser yo la que lo buscara. Decidí dejar que las cosas pasaran, a pesar de mi angustia y de mi ansiedad… “que pase lo que tenga que pasar no más”.

Y pasó… me llamaste por teléfono. No se qué te llevó a hacerlo, pero te acordaste de mi teléfono y me llamaste. “Hola…”… creo que ha sido una de las conversaciones más cortantes que he tenido por teléfono. Que curioso fue oír tu voz después de tantos meses… tan relajada, como si nada… tal como cuando conversábamos horas y horas de algún tema. Era claro que la que no estaba relajada era yo, casi en tono desafiante te pregunté “¿Qué quieres?”. Tú reíste… “Estás ocupada parece” me dijiste… te prometo que en ese instante si hubiese podido te hubiera tirado el teléfono por la cabeza. Me insististe que querías juntarte conmigo a conversar. A fin de cuentas acepté, supuse que era la forma de aclarar todo de una vez y que desaparecieras de mi vida por completo.

Acordamos el día, la hora y el lugar.

Aquel día me junté temprano con C., no quería explicarle qué iba realmente a hacer después, no quería que sospechara nada, así que le dije que iba a llegar tarde porque me iba a juntar con una amiga, que si quería me llamara al celular (claramente con la intención de que no lo hiciera). De todas formas no lo iba a hacer, dado que tuvimos una discusión ese día… por motivos que no vienen mucho al caso explicar. La cosa es que me fui molesta. Llegué al lugar de reunión acordado con Mr. H… pero él no había llegado, miré el reloj y era temprano todavía. Encendí un cigarro mientas esperaba… no tenía idea qué iba a pasar… tampoco lo estaba pensando mucho. Casi terminando de fumarme el cigarro aparece por detrás de mí: “Algunas costumbres no se quitan ¿cierto?”, yo me volteé y vi que me estaba mirando y sonreía al mismo tiempo. ¡Hace cuanto tiempo que no veía esa cara!... creo que atiné a sonreír levemente mientras enterraba la colilla en la tierra con la punta del pie.

Continuará…

2 comentarios:

Francisco dijo...

ponte las pilas con las entregas, mira que esta historia me tiene con incertidumbre... faltan demasiados capitulos..?¿¿ saludos!

Megumi-san dijo...

Opino lo mismo... me tienes en ascuas...

Ojala todo resulte bien al final...